Cuando vivía en la ciudad miraba a la gente. La observaba. Muchas veces se entristecía. Tenía ganas de huir . Lejos. A un lugar seguro. Diferente. Donde al observar pudiese ver y sentir pureza. Lloraba muy a menudo en su soledad.
Le dolía ver como las personas no crecen. Como se empequeñecen y se destruyen. Se autolesionan constantemente. Sin saberlo.
Ella, muchas veces se perdía entre ellos. Se arrastraba entre sus pesadumbres. Nadie le enseñó a no hacerlo. Aprendía desde la inocencia. La maldad, la envidia, los celos, la arrogancia, los veía. Cuando estaba entre ellos. Pero a pesar de eso creía que era posible. Y aunque costase desaprender, sabía que uno podía volver a su pureza.
Deseaba no conocer ningún sentimiento negativo. No detectarlos. Deseaba que no estuvieran. Quería vivir en la inocencia. Como cuando no sabía ver el mal.
El miedo puede ayudarnos a entender que es lo que queremos ser y lo que nunca quisiéramos haber sido.
El ser humano podría hacer tantas cosas.
Ayer, mientras la luna cubría su rostro, volvió a la ciudad. Y se alegró al saber que ya no estaba sola.
Frágiles destellos de luz en la oscuridad.
Bàrbara Sarriera
Bárbara, me sigues sorprendiendo con tus palabras… Eres un tesoro que por suerte encontré! Lo que me haces pensar con tu entrada… En vez de cultivar nuestra pureza que teníamos como niños, por ser expuestos a este mundo malvado, la perdemos y si queremos o no, adoptamos lo que este mundo nos presenta… Lamentablemente tenemos que vivir en este mundo, y todo lo malo que experimentamos, por lo menos nos sirve como advertencia para el futuro… Aprendemos y crecemos por todo el mal que vemos y experimentamos, y es triste no podemos hacer nada en contra… Menos una cosa, recordándonos siempre a esta pureza que tuvimos al ser niños, mantenerlo dentro de nosotros, en mente y corazón, para desarrollar una actitud positiva, que permite, de vez en cuando, ver el mundo por gafas rosas… Y aceptar que depende de nosotros mismos, construirnos un lugar donde el mal no nos alcanza!
Un beso enorme,
Mario
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Mario… 🙂
Eres un solete. Estoy de acuerdo contigo. Y si me permites, voy a añadir, que además de ponernos las gafas de color de rosa para sentir inocencia y ver las cosas hermosas que nos rodean, también deberíamos aprender, ver la realidad que nos rodea y cultivar nuestra bondad, el perdón, la humildad, la sinceridad, el sentid del humor, el amarnos a nosotros mismos y a los demás, el conocimiento de todo lo que nos rodea. Hay tantas cosas que nos ha enseñado nuestra sociedad que no deberían de haber existido jamás…
Debemos de ser conscientes, aprender a construir todos los recursos que están en nuestras manos y que nos pueden ayudar a crear un mundo mejor. Yo creo que sí es posible, y de hecho, todos lo necesitamos.
Gracias por tu comentario, es realmente motivador. Y gracias por estar aquí 🙂
¡Un besote!
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Incluso el más noble acto se pierde bajo la esencia de la ciudad si este es realizado para llenar el vacío del ego.
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